Que “ruta de la Seda” ni “ruta de la plata”… La “Ruta del Pastel”.
…Porque no existe nada como ese momento en que dejas las dietas de lado, el bikini, el qué dirán, las calorías, las grasas trans, el porcentaje de azúcar y por sobre todo el famoso el gran monstruo del cargo de conciencia y decides dar ese pequeño pero gran paso de entrar a una pastelería… Porque últimamente me he dado cuenta que la vida esta hecha de pequeñas grande degustaciones, puede que no todas nos gusten, pero que vale la pena probar, y yo, como amante de los dulces me lancé en este experimento y comencé la “Ruta del Pastel”. Más que ir de bollería en bollería cual marabunta arrasando con todo a mi paso, decidí regalarme ese minuto de placer en una especie de “cata” de distintos pastelitos que llamen mi atención tanto visual como imaginativa….
Por Paz Stagnaro
Por Paz Stagnaro
Era la tarde de un día cualquiera y la primera víctima fue un tan adoradamente famoso “PIONONO”. Llegue por una recomendación muy bien sabida y me fui con el mejor de los sabores experimentados en mis casi 3 meses en Granada; cómo explicarlo… textura porosa pero de un sabor suave, húmedos, de un tamaño preciso que deja unas pequeñas ganas de querer más, pero más, sería caer en desgracia y no podría abusar de algo tan esquicito y peculiar y convertirlo en algo repetitivo al nivel de hacerlo un gusto aburrido y común… para finalizar el sabor a canela y azúcar acaramelada se roban el espectáculo, siendo este el toque final que permanece durante varios minutos en el paladar. Podría estar horas escribiendo acerca de mis experiencias en esta ruta pero solo me referiré a las dos que más cautivaron mis sentidos. La segunda, pero no menos cautivante, fue un pastel que no puedo recordar su nombre, pero lo recuerdo como “El negro”, aquí chocolate y trufa son los protagonistas…intensos por si solos, pero mágicamente entremezclados de tal manera que resulta casi imposible no querer más…poco a poco va desapareciendo y solo puedo ver algunas migajas sobre el pequeño plato de lo que fueron 8 minutos en el paraíso de la repostería…y pienso: “…si le diéramos mayor importancia a cosas pequeñas como darnos el tiempo de sentir o experimentar la tan agradable sensación de hacer algo que nos gusta, creo seríamos un poco más felices..”. Personalmente esta “ruta” no solo ha abierto mis ojos ante el mundo de la repostería, más bien ha sido una especie de terapia, una pausa para tomar distancia y regalarme un minuto de paz en la tan ajetreada rutina; porque solo bastan 5 minutos para volver a tomarle el dulce sabor a la vida, volvamos a ser amigos de nuestro paladar y regalémosle unos segundos de felicidad… Cuál es tu auto terapia? …Un dulce abrazo.
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